17/5/18

¿Qué tiene Telegram que suscita tales pasiones? ¿Y de dónde viene? Su verdadera significación es que está siendo defendido por una comunidad internauta cada vez más celosa de su libertad...

"El pasado 30 de abril unas 12.000 personas, la mayoría menores de 30 años, se manifestaron en el Prospekt Sharakova de Moscu, respondiendo al llamamiento del Partido Libertario Ruso. Protestaban contra la prohibición del servicio de mensajería Telegram por el regulador de internet del Gobierno ruso, Roskomnazdor, una burocracia tan temida como ignorante.

 En el origen de la prohibición, la sentencia de un tribunal ruso a requerimiento del Gobierno, que obligaba a Telegram a entregar las claves de encriptación de los mensajes. Telegram se negó alegando su compromiso de privacidad con sus 13 millones de usuarios en Rusia. 

Es más, recordó a los burócratas que el sistema de encriptación de Telegram no se encuentra en el servidor de la empresa, ni siquiera en la nube (el archivo digital distribuido característico de la nueva fase de internet) sino en las máquinas (por ejemplo teléfonos o portátiles) de quienes envían y reciben los mensajes, lo que se llama encriptación de punto a punto.

 Aun así Roskomnazdor bloqueó 18 millones de direcciones de internet (IP), perturbando gravemente el tráfico de Twitter, Facebook, Yandex y Vkontatie, suscitando la indignación de los internautas. Sólo sirvió para amplificar las protestas, iniciando lo que algunos llaman “la guerra civil de internet”. Muchos manifestantes hacían volar avioncitos de papel, el símbolo de Telegram. Las pancartas decían cosas como “Quieren bloquear nuestro futuro”, “La situación es tan grave que hasta los introvertidos han salido a la calle” y “¡Abajo el zar!”. 

El líder de la oposición Alexéi Navalni, a quien le prohibieron ser candidato en la reciente elección presidencial, estaba en la manifestación, saludándola como una batalla por la libertad en Rusia.

De hecho, el bloqueo de Telegram no pudo ser completo porque la empresa desarrolló estrategias tecnológicas tales como crear constantemente múltiples direcciones de internet que iban cambiando conforme las cerraban. En estos días están convocadas nuevas manifestaciones en San Petersburgo.

Unos días más tarde acciones similares tuvieron lugar en Teherán para protestar contra otra sentencia judicial inspirada por los ayatolás conservadores ordenando el cierre de Telegram por su utilización en recientes protestas. La gente salió a la calle para defender la mensajería. Y es que en realidad, Telegram era/es utilizado por unos 20 millones de iraníes, incluidos profesionales, periodistas e incluso oficiales del Gobierno. 

Lo interesante es que en el caso de Irán el intento de censura de Telegram ha creado un conflicto dentro del propio régimen. El ministro de Tecnologías de Información, Muhammad Javal Azari, denunció la medida argumentando que internet es esencial para un Irán moderno. Y fue apoyado por el propio presidente de la República, el liberal Rohani, reelegido con el apoyo del movimiento democrático que bulle dentro de la revolución islámica.

Resulta que es la primera vez que se producen fuertes manifestaciones populares y un intenso debate público para defender un sistema concreto de mensajería. ¿Qué tiene Telegram que suscita tales pasiones? ¿Y de dónde viene? Sus creadores son dos hackers rusos, Pável y Nikolái Dúrov, ejecutivos de la red social mas popular, Vkontakte. 

Cuando el grupo Mail.ru, afín al Gobierno, tomó control de la empresa, fueron expulsados y se exilaron a Alemania para poder operar libremente. En el 2013 crearon en Berlín una sociedad sin ánimo de lucro, registrada en Londres, para establecer Telegram como alternativa no sólo a las redes rusas controladas sino a las empresas estadounidenses que son permeables a las presiones de los gobiernos para dar acceso a los datos de sus usuarios. Nikolai diseñó el protocolo de software y Pável aportó el ca­pital.

 Lo esencial de Telegram y su banderín de enganche es que diseñaron un sistema de comunicación con una encriptación potente y distribuida entre las máquinas de los usuarios. Que además pueden utilizar múltiples máquinas para acceder a su red. Telegram garantiza que no hay publicidad, que no hay pago de suscripción y que no hay venta o comunicación de datos.

 Por esa razón es la aplicación favorita de los movimientos sociales, protestas ciudadanas o culturas alternativas en el mundo, en España también. Es posible que incluso la utilicen ­terroristas. Pàvel Dúrov responde que entonces también habría que prohibir las palabras.

Algunos críticos aducen que su encriptación no es tan segura como sus fundadores aseguran. Francamente, no lo sé. He oído argumentos técnicos en ambos sentidos. Lo que es seguro es que es el sistema más protegido contra la intrusión de gobiernos o empresas entre los de mayor uso. 

Actualmente, tiene 200 millones de usuarios regulares en el mundo y crece al 50% anual, a pesar de la hostilidad de los poderes que no pueden tolerar que haya un sistema de comunicación que pueda ser accesible para la gente y mucho más difícil de acceso por parte de las agencias de espionaje. Al convertirse en un símbolo de la libertad tecnológica en internet merced a la encriptación y la comunicación distribuida acrecienta su atractivo al tiempo que exaspera la furia de los censores.

Lo que mucha gente se pregunta es cómo se financia una empresa de tal envergadura de forma no comercial y sin aceptar inversores o participaciones. En su origen Pável Dúrov utilizó su fondo de inversión propio Digital Fortress, como donación. La empresa sostiene que cuando este capital no sea suficiente solicitarán donaciones y podrían ofrecer comercialmente algunos servicios no esenciales que no afecten el servicio de mensajería de libre comunicación. 

No tengo información privilegiada sobre esta cuestión. Lo que sí es cierto es que no hace falta un capital considerable para establecer redes alimentadas por los propios usuarios y basadas en servidores situados en la nube.

Pero cualquiera que sea el secreto de Telegram, su verdadera significación es que está siendo defendido por una comunidad internauta cada vez más celosa de su libertad."                  (Manuel Castells, La Vanguardia, 12/05/18)

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